Antes de comenzar a analizar si Fede Losas debería ser el arquero titular de Chaca me gustaría analizar, junto a ustedes, las injusticias que se cometen, a veces, desde el anonimato que nos da estar entre una multitud en una tribuna, sentado cómodamente en la platea, o detras de una pantalla
El trabajo del arquero es fácilmente condenable. Un error, uno solo, y el equipo de nuestros amores puede perder un partido. No importan si nuestro arquero tapó 3 ó 4 pelotas que podrían haber sido goles, solo juzgaremos ese error para pedir el pelotón de fusilamiento. Y no estoy hablando del partido de Quilmes en donde, a mí, me parece que ese gol se lo hacen a cualquier arquero.
Sin embargo, enseguida aparecen los amigos que piden banco eterno para un arquero surgido de las inferiores, como alguna vez fueron Islas o Rossi, solo por mencionar algunos.
Especialistas en psicología hablan de lo importante que es para el arquero tener la confianza de los hinchas porque nuestros comentarios, como hinchas, son recibidos como mazazos directos sobre su cabeza. Esto no significa que no tengamos el derecho de opinar sobre el trabajo de Fede Losas, o de quien tenga la responsabilidad de defender el arco Funebrero. Lo que intento decir en esta nota es que no aportamos nada condenando al arquero sin evaluar otras circunstancias.
Extrañamente nada decimos de la cantidad de oportunidades generadas por nuestros delanteros, que no terminan en gol por una o mil razones. Porque si el equipo convirtiera 3 goles por partido nadie se fijaría si nos hacen 1. Y que esto no se entienda como una crítica a nuestros delanteros, a los que alentamos siempre desde Mundo Chaca.
Esto intenta ser una nota de opinión abierta al debate, por eso me voy a permitir defender a Losas y sostener la importancia de la continuidad en el arco de Chaca. El año pasado se bancó ser el suplemente colaborando todo el tiempo con Correa. Hoy le toca a el ser el titular y por eso necesitamos alentarlo.
Podría decir varias cosas más para bancarlo, pero me parece que Eduardo Galeano explica mucho mejor la difícil tarea de ser arquero.
“El Arquero“
También lo llaman portero, guardameta, golero, cancerbero o guardavallas, pero bien podría ser llamado mártir, paganini, penitente o payaso de las bofetadas. Dicen que donde él pisa, nunca más crece el césped.
Es un solo. Está condenado a mirar el partido de lejos. Sin moverse de la meta aguarda a solas, entre los tres palos, su fusilamiento. Antes vestía de negro, como el árbitro. Ahora el árbitro ya no está disfrazado de cuervo y el arquero consuela su soledad con fantasías de colores.
El no hace goles. Está allí para impedir que se hagan. El gol, fiesta del fútbol: el goleador hace alegrías y el guardameta, el aguafiestas, las deshace.
Lleva a la espalda el número uno. ¿Primero en cobrar? Primero en pagar. El portero siempre tiene la culpa. Y si no la tiene, paga lo mismo. Cuando un jugador cualquiera comete un penal, el castigado es él: allí lo dejan, abandonado ante su verdugo, en la inmensidad de la valla vacía. Y cuando el equipo tiene una mala tarde, es él quien paga el pato, bajo una lluvia de pelotazos, expiando los pecados ajenos.
Los demás jugadores pueden equivocarse feo una vez o muchas veces, pero se redimen mediante una finta espectacular, un pase magistral, un disparo certero: él no. La multitud no perdona al arquero. ¿Salió en falso? ¿Hizo el sapo? ¿Se le resbaló la pelota? ¿Fueron de seda los dedos de acero? Con una sola pifia, el guardameta arruina un partido o pierde un campeonato, y entonces el público olvida súbitamente todas sus hazañas y lo condena a la desgracia eterna. Hasta el fin de sus días lo perseguirá la maldición.